Hoy hace casi un año que conozco a Pedro. Hoy hace casi un año que me decidí a hacer algo por alguien (aunque a la larga ha sido al revés). Desde hacía años tenía un niño apadrinado pero siempre tenía esa sensación de «puedo hacer algo más». Entonces fue cuando me apunté a la oficina de voluntariado de Pamplona y ahí vi la «oferta» que quería… «Se necesita persona para acompañamiento con conocimientos de informática», y como un servidor es informático me decidí a apuntarme. Lo que no ponía en la «oferta» es que Pedro hubiera preferido una mujer rubia, escandinava y con busto generoso, pero tuvo que conformarse conmigo.
Así pues, me lancé para el centro de «discapacitados» físicos y psíquicos donde vive y allí le conocí. Lo de «discapacitados» lo pongo entre comillas porque no me gusta nada la palabra, pero somos muy dados a poner calificativos a todo. Y es que me he encontrado con gente muy capacitada, con grandes conocimientos de informática, historia o cine. Igual tienen problemas de movilidad pero contéstenme a estas preguntas ¿Cuántos hemos reseteado la BIOS de la placa base de un ordenador?, ¿Cuántos nos hemos visto prácticamente todas las películas que existen en este mundo?,¿Cuántos podríamos decir qué paso es casi cualquier fecha histórica?… ¿Nos convierte esto en discapacitados?, yo creo que no, porque tenemos otras capacidades. Entienden a lo que voy, ¿no? Porque todo esto lo he visto en el centro. En gente «discapacitada».
Debo reconocer que al principio iba algo acojonado. Lógico, me enfrentaba a una situación nueva, y ante la que no estaba seguro de saber actuar. A Pedro le pasaba lo mismo. A fin de cuentas no tenía ni idea de cómo era yo, y encima ni era rubia, ni escandinava ni tenía grandes pechos… Pero todo fue rodado el primer día. Nos contamos la superficie de nuestras vidas (que la suya necesita de muchos días para ser contada…), mientras nos echábamos unas cañas con limón acompañadas con Whisky sin hielo (ni que decir tiene quién fue el de la caña con limón… «El Whisky siempre sin hielo, como en el cine» me dijo).
Les diré que su historia es como para poner los pelos de punta, hermanos que no quieren saber nada (o casi nada) de él, padre malo (como suele decir), madre santa pero que falleció,… y a todo esto añadir que vive en una ciudad que no es la suya (él es de Barcelona) y que solo tiene tres o cuatro amigos. Además está su «discapacidad».
No sé si ustedes han visto «Mar adentro», la historia de Ramón Sampedro. Si la han visto el accidente que tuvo Pedro es prácticamente calcado. Con la salvedad de que él puede mover de codos para arriba, y por tanto puede manejarse en una silla eléctrica, pero no puede hacer nada físico por sí mismo porque no puede utilizar las manos. Así lleva 27 años. Se dice pronto.
Pero no quiero con esto dar pena. Ni esa es mi intención, ni por supuesto la suya. Lo que él quiere es alegría, que la gente con la que está le cuente cosas interesantes, divertirse, compartir, comentar películas (donde me da «pal» pelo) y libros (donde yo le doy «pal» pelo),… en definitiva: hacer una vida normal. Y es que hay algo que todos debemos comprender. Él y otros muchos como él son personas. Así dicho parece muy obvio, pero créanme, he visto miradas de desprecio, asco y cosas peores en «respetables» ciudadanos. Gente que no lo ve como una persona «rota» (como bien dice), sino como una planta, alguien que no entiende lo que se le dice. Es curioso porque me han llegado a preguntar a mí por él delante suya como si no pudiera entendernos. Hay incluso gente que ha llegado a robarle; con la total y absoluta impotencia que siente, ya que sin estar «roto» podría partirles la cara con su 1.90 de estatura. Por suerte hay mucha gente buena. Personas que le dan compañía, conversación, cigarros, o unos tragos a la luz de un flexo de bar cutre. Y no se crean que hablo de gente bien vestida, elegante y educada (que también los hay, y muchos), sino de los típicos «pintas» tan mal vistos por muchos (yo no tiraré tampoco la piedra en esto que alguna vez he caído en las apariencias). Esa gente es la que me hace mantener mi maltrecha fe en la humanidad.
Por eso, y desde este humilde blog, quiero darle mi enhorabuena y mostrarle mi total admiración.
Le estoy animando a que escriba en un blog su vida, sus experiencias o la primera gilipollez que se le pase por la cabeza. Espero que pronto consiga convencerlo. Por él, por mí y por todos ustedes.
Pingback: Al pan, pan y al vino, vino « Relatos cortos y aficiones varias